Translate

sábado, 21 de junio de 2025


¿Dónde estás, Señor?

La pregunta que revela más de ti que de Dios


Vivimos en una época donde las crisis parecen no dar tregua. 

Problemas económicos, enfermedades, relaciones rotas, conflictos sociales y una ansiedad generalizada que carcome la esperanza de millones. 

En medio de todo esto, surge una pregunta que ha cruzado los siglos y que aún sigue latiendo en el corazón del ser humano: 

“¿Dónde estás, Señor?”

Pero, ¿y si esa no es la pregunta correcta? 

¿Y si, en lugar de cuestionar dónde está Dios, debiéramos preguntarnos dónde estamos nosotros?


La raíz de nuestra desconexión

¿Falta Dios o faltamos nosotros?


Cuando las cosas van mal, es común que miremos al cielo con enojo o desesperación. Sentimos que Dios se ha ausentado, que no responde, que ha guardado silencio. 

Pero la verdad —dura, sí, pero liberadora— es que Dios no se ha movido. 

Él sigue en el mismo lugar. 

Somos nosotros quienes nos hemos alejado.

Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha tenido la tendencia de romper la comunión con Dios. 

En el libro de Génesis encontramos la primera gran desconexión: Adán y Eva, al desobedecer el mandato divino, no solo desataron consecuencias sobre toda la humanidad, sino que también marcaron el inicio de una humanidad que constantemente quiere tomar decisiones sin Dios, pero esperar resultados divinos.

Génesis 3:9 dice: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”
Fíjate que no fue Adán quien buscó a Dios, sino que fue Dios quien lo llamó. 

Hoy no es diferente. 

Dios sigue buscando corazones dispuestos, sigue extendiendo su gracia. 

Pero muchos siguen escondiéndose detrás de sus excusas, sus miedos o su orgullo.


La herencia del árbol prohibido

Conocimiento sin sabiduría


Cuando Dios les prohibió a Adán y Eva comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, no era porque quería mantenerlos ignorantes. 

Era porque sabía que el conocimiento sin obediencia genera confusión, orgullo y rebeldía.

Hoy vivimos las consecuencias de ese acto original: nos sentimos dioses de nuestro propio destino, idolatramos el conocimiento, la ciencia, la fama, el dinero y nos volvemos sordos a la voz de nuestro Creador. 

En vez de buscar su dirección, confiamos en métodos humanos, en filosofías vacías o en religiones sin Espíritu.

Como coach cristiano de vida, he podido ver cómo muchas personas llegan a un punto de quiebre no porque Dios las haya abandonado, sino porque construyeron sus vidas fuera del diseño de Dios. 

Y tarde o temprano, todo lo que no se construye sobre la roca se derrumba (Mateo 7:24-27).


Dios no es un bombero espiritual


Uno de los errores más comunes hoy es tratar a Dios como un “bombero espiritual”: solo lo llamamos cuando el fuego de la vida se sale de control. 

Pero Dios no quiere tener una relación basada en emergencias, sino en comunión.

Juan 15:5 nos recuerda: “Separados de mí, nada podéis hacer”.
No dice “poco”, dice nada. Es tiempo de volver a conectarnos con el propósito eterno de Dios, no como una medida desesperada, sino como un estilo de vida. 

Porque Dios no quiere solo salvarnos del problema, quiere transformarnos en medio de él.


El precio de la desobediencia no lo impone Dios, lo generamos nosotros


Dios nos dio libre albedrío. 

Pero con libertad viene responsabilidad. 

Cuando decidimos ignorar los principios divinos —amor, verdad, fidelidad, integridad, humildad— generamos una cadena de consecuencias que luego, injustamente, atribuimos a Dios.

Dios no castiga como un tirano; Él permite que cosechemos lo que sembramos. No por maldad, sino por justicia. 

Si sembramos egoísmo, cosechamos soledad. 

Si sembramos mentira, cosechamos desconfianza. 

Si sembramos infidelidad, cosechamos dolor. 

Es la ley espiritual del sembrar y cosechar (Gálatas 6:7).


El enemigo sigue activo

ídolos modernos, corazones vacíos


Hoy, el enemigo no necesita que la gente adore estatuas. 

Le basta con que adoren sus deseos, sus redes sociales, sus cuentas bancarias o su ego. 

El mismo engañador que sedujo a Eva sigue activo, disfrazado de tendencias, placeres o supuesta libertad.

Muchos han cambiado al Dios verdadero por ídolos huecos. 

Como dice Jeremías 2:13: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen agua.”

Cuando buscamos en las cosas del mundo lo que solo Dios puede darnos —amor incondicional, paz verdadera, propósito eterno— terminamos vacíos, frustrados y rotos.


Jesucristo

la respuesta eterna a nuestro clamor


En medio de tanto ruido, dolor y confusión, Dios ya dio una respuesta definitiva a la pregunta “¿Dónde estás, Señor?”:
La dio en la cruz.

Dios no se quedó en el cielo observando nuestro dolor. Se hizo hombre, habitó entre nosotros, sanó, liberó, amó… y murió para rescatarnos.
Juan 3:16 sigue siendo la clave: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Hoy, más que nunca, necesitamos volver a ese amor. 

No a una religión fría, sino a una relación real con el Cristo resucitado. 

Jesús no solo vino a perdonar nuestros pecados, sino a darnos una nueva identidad, un nuevo comienzo y una eternidad segura.

Dios sigue en el mismo lugar. 

¿Y tú, dónde estás?

¿Estás huyendo como Adán? 

¿Escondiéndote en tus excusas, tu rutina o tu autosuficiencia? 

¿O estás listo para responder al llamado de Dios y volver a su presencia?

No esperes a que la vida te lleve al límite para buscar a Dios. 

No lo reduzcas a una solución temporal. 

Hazlo el centro de tu existencia.


Una invitación como coach cristiano de vida


Si hoy estás leyendo esto y algo dentro de ti se remueve, no lo ignores. 

Es el Espíritu Santo tocando tu corazón. 

Dios no te condena por haberte alejado, te invita a volver. 

No importa cuán lejos hayas llegado, su gracia sigue siendo mayor.

Como coach cristiano, quiero invitarte a que tomes decisiones espirituales con la misma intencionalidad con la que tomas decisiones laborales, físicas o emocionales. 

La vida no mejora por accidente, mejora cuando decides alinearte al propósito eterno de Dios.

Haz una pausa hoy. 

Apaga el ruido. 

Lee Su Palabra. 

Habla con Él. 

No necesitas palabras elegantes, solo un corazón sincero. 

Porque Dios no busca perfección, busca disposición.


Conclusión

La respuesta siempre ha sido Dios


En un mundo que cambia, Dios permanece fiel. En una sociedad que duda, Él sigue siendo la Verdad. 

En medio del dolor, la confusión o el fracaso, Dios no se ha ido. 

Él sigue esperando con los brazos abiertos.

Entonces, la próxima vez que te preguntes: “¿Dónde estás, Señor?”, recuerda que Él sigue ahí.
La verdadera pregunta es: ¿Dónde estás tú?

Por Juan Manuel – Coach Cristiano de Vida


No hay comentarios: