Translate

martes, 27 de febrero de 2024

 LA RECONCILIACIÓN 

La reconciliación es un concepto fundamental en la fe cristiana y tiene un significado profundo y transformador en la vida de los creyentes. 

Según la Biblia y la enseñanza de la iglesia cristiana, la reconciliación es el proceso por el cual Dios restaura la relación rota entre Él y la humanidad, y también entre las personas.

En la Biblia, la reconciliación se presenta como un acto de amor y misericordia de Dios hacia nosotros, pecadores que estábamos separados de Él a causa del pecado. 

En 2 Corintios 5:18-20 leemos: 

"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación. 

Porque Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. 

Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara a través de nosotros; te rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios!".


La reconciliación es para todos los seres humanos, ya que todos hemos pecado y estamos separados de Dios (Romanos 3:23). 

"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios".

Dios quiere que todos seamos reconciliados con Él, porque Él nos ama y desea tener una relación personal y cercana con cada uno de nosotros (1 Timoteo 2:3,4)

"Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad."

La reconciliación se obtiene a través de la fe en Jesucristo como Señor y Salvador, y por la obra redentora que Él realizó en la cruz en nuestro lugar.

Efesios 2:8-9 nos dice: 

"Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no viene de vosotros, sino que es un regalo de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". 

La reconciliación es un regalo de Dios que recibimos por fe, confiando en la obra de Cristo en la cruz en nuestro lugar. 

No podemos alcanzar la reconciliación por nuestros propios medios o obras, sino que es un acto de gracia y misericordia de Dios hacia nosotros.

Es importante recordar que la reconciliación es un regalo que no podemos perder una vez que lo hemos recibido. 

Romanos 8:38-39 nos asegura que nada puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús: 

"Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra cosa en toda la creación podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, nuestro Señor".

La reconciliación está disponible para todos en todo momento, ya que Dios está siempre dispuesto a perdonar, restaurar y sanar nuestras vidas. 2 Pedro 3:9 nos recuerda: 

"El Señor no tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". 

Dios quiere que todos sean reconciliados con Él y que experimenten su amor incondicional y perdón.

En resumen, la reconciliación es un acto de gracia y amor de Dios mediante el cual restaura la relación rota entre Él y la humanidad, y entre las personas. 

Se obtiene por la fe en Jesucristo como Señor y Salvador, y no puede ser perdida una vez que ha sido recibida. 

La reconciliación está disponible para todos en todo momento, porque Dios desea que todos sean salvos y tengan una relación íntima y personal con Él.

En la iglesia cristiana, la reconciliación es un tema central y se enseña como un aspecto esencial de la fe cristiana. 

Se enfatiza la importancia de la fe en Cristo, la obra redentora de la cruz y la gracia y misericordia de Dios como fundamentos de la reconciliación. 

Los creyentes son animados a vivir en la reconciliación con Dios y con los demás, perdonando y amando como Cristo nos ha perdonado y amado.

Por todo esto concluimos que: 

La reconciliación es un regalo maravilloso de Dios que nos ofrece la oportunidad de restaurar nuestra relación con Él y con los demás. 

Es un proceso que se obtiene por la fe en Jesucristo y que no se puede perder, porque es un acto de gracia y amor de Dios. 

La reconciliación está disponible para todos en todo momento, porque Dios desea que todos sean salvos y tengan una relación íntima y personal con Él.




¡Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con ustedes siempre! 

Amén.


Si te gustaría saber más  sígueme o escríbeme.

Juan Manuel.

miércoles, 21 de febrero de 2024

VENDRÉ OTRA VEZ



Una pregunta frecuente que se hacen muchas personas es por qué Cristo aún no ha regresado a la tierra como él prometió.

Esta incertidumbre ha llevado a muchos a cuestionar la veracidad de la palabra de Dios y a dudar de la promesa de la segunda venida de Cristo. 

Sin embargo, es importante recordar que la Biblia nos da respuestas claras sobre este tema y nos llama a permanecer firmes en nuestra fe, confiando en que el Señor cumplirá su palabra en su debido tiempo.

En primer lugar, es importante recordar que la segunda venida de Cristo es una parte esencial de la doctrina cristiana. 

Jesús mismo habló en varias ocasiones de su regreso a la tierra, afirmando que vendría de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos y para establecer su reino eterno. 

En el Evangelio de Juan, Jesús consuela a sus discípulos con estas palabras: 

"No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho."

La Biblia nos enseña que la segunda venida de Cristo será repentina e inesperada, como un ladrón en la noche. En 1 Tesalonicenses 5:2, Pablo nos advierte: 

"Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche."

A lo largo de los siglos, muchos han intentado predecir el momento exacto de la segunda venida de Cristo, pero la Biblia es clara en que solo Dios conoce el día y la hora. En Mateo 24:36, Jesús mismo afirma: 

"Pero del día y la hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre."

La demora en la segunda venida de Cristo no debe ser motivo de desánimo o incredulidad para los creyentes. 

En lugar de eso, debemos recordar las palabras de 2 Pedro 3:9:

"El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento."

La Biblia nos exhorta a permanecer firmes en nuestra fe y a vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios mientras esperamos la segunda venida de Cristo. En 2 Pedro 3:11-12, Pedro nos dice: 

"Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurando la venida del día de Dios!"

Además, la Parábola de las Diez Vírgenes en Mateo 25 nos recuerda la importancia de estar preparados para la venida del Señor. 

Las vírgenes prudentes tuvieron suficiente aceite en sus lámparas y pudieron entrar en las bodas, mientras que las vírgenes insensatas no estaban preparadas y se quedaron afuera.

Por lo tanto, es fundamental que mantengamos nuestras lámparas encendidas y estemos listos para recibir al Señor en su segunda venida.

No debemos olvidar que la segunda venida de Cristo es una promesa segura y que el Señor cumplirá su palabra en su tiempo perfecto. En Apocalipsis 22:20, Jesús dice: 

"Sí, vengo pronto." 

Que esta promesa nos llene de esperanza y nos motive a vivir con integridad y fidelidad mientras esperamos la venida del Señor.

En conclusión, la demora en la segunda venida de Cristo no debe ser motivo de desesperanza, sino de confianza y expectación en la fidelidad de Dios. 

Mantengamos nuestras lámparas encendidas y nuestras vidas en santidad, esperando con gozo el regreso glorioso de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Como dice el Salmo 27:14, 

"Espera en Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; espera, pues, en Jehová."


¡Maranatha, ven Señor Jesús!


Si te gustaría saber más  sígueme o escríbeme.

Juan Manuel.

lunes, 19 de febrero de 2024

EL PECADO DE ACÁN 


En el libro de Josué encontramos un relato conmovedor y
revelador sobre el pecado de Acán, un israelita que desobedeció el mandato de Dios al apropiarse de parte del botín de la ciudad de Jericó. 

Este acto de desobediencia no solo tuvo consecuencias para Acán, sino que también afectó a toda la nación de Israel.

La historia de Acán nos enseña varias lecciones importantes que debemos tener en cuenta en nuestra vida cristiana. 

En primer lugar, nos recuerda la importancia de la obediencia a los mandamientos de Dios. 

A menudo, tratamos de justificar nuestros pecados o transgredir las normas divinas, creyendo que no tendrá repercusiones. 

Sin embargo, la historia de Acán nos muestra que el pecado siempre tiene consecuencias. 

Dios nos llama a vivir en obediencia a su palabra para poder disfrutar de sus bendiciones y protección.

En segundo lugar, el pecado de Acán nos enseña sobre la importancia de la confesión y el arrepentimiento. 

Después de que se descubrió su pecado, Acán confesó su culpa y se arrepintió de sus acciones. 

Aunque las consecuencias de su pecado eran inevitables, su confesión sincera permitió que la nación de Israel recibiera la restauración de la comunión con Dios. 

En nuestras vidas, también debemos estar dispuestos a reconocer nuestros errores, confesarlos a Dios y arrepentirnos sinceramente para poder experimentar su perdón y restauración.

Otra lección que podemos aprender del pecado de Acán es la importancia de la responsabilidad personal en nuestras acciones.

 A menudo, tratamos de justificar nuestro pecado culpando a otros o a las circunstancias, pero la historia de Acán nos recuerda que cada uno es responsable de sus propias decisiones y acciones. 

Debemos ser conscientes de nuestras elecciones y ser diligentes en seguir los caminos de Dios para evitar caer en tentación y pecado.

Además, la historia de Acán también nos muestra el poder del pecado para afectar a toda una comunidad. 

Aunque Acán fue el único responsable de su pecado, su desobediencia tuvo consecuencias para toda la nación de Israel.

 Esto nos recuerda que nuestras acciones no solo nos afectan a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean. 

Debemos ser conscientes del impacto que nuestras decisiones pueden tener en nuestra familia, iglesia y sociedad.

Finalmente, la historia de Acán nos enseña sobre la misericordia y la gracia de Dios. 

A pesar de la gravedad del pecado de Acán, Dios mostró compasión hacia él y permitió que la nación de Israel fuera restaurada a través de su confesión y arrepentimiento. Esta historia es un recordatorio poderoso de que, incluso en medio de nuestras transgresiones, Dios está dispuesto a perdonarnos y restaurarnos si nos volvemos sinceramente a él.


Por ello, la historia del pecado de Acán es un recordatorio importante de la necesidad de vivir en obediencia a los mandamientos de Dios, de confesar y arrepentirnos de nuestros pecados, de asumir la responsabilidad de nuestras acciones y de recordar el impacto que nuestras decisiones pueden tener en quienes nos rodean. 

Más importante aún, nos recuerda el amor, la misericordia y la gracia inagotables de Dios que nos invitan a acercarnos a él en busca de perdón y restauración. 

Que esta historia nos inspire a vivir una vida de fidelidad y obediencia a Dios, confiando en su poder para sanarnos y restaurarnos cuando fallamos. 

¡Que Dios nos ayude a aprender de la lección del pecado de Acán y a crecer en nuestra relación con él cada día! 

¡Amén!


Si te gustaría saber más  sígueme o escríbeme.

Juan Manuel.

sábado, 17 de febrero de 2024

 NUESTRA ESPERANZA


Amados hermanos en Cristo, hoy quiero compartir con ustedes un mensaje de esperanza y bendición basado en los versículos del capítulo 21 del libro de Apocalipsis. 

En estos pasajes, encontramos una descripción detallada de la nueva Jerusalén, la ciudad celestial preparada por Dios para aquellos que creen en su nombre y le siguen con fidelidad.

En el versículo 1, el apóstol Juan nos dice: 

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado, y el mar ya no existía." 

Esta visión nos revela el plan soberano de Dios para restaurar y renovar toda su creación, eliminando toda forma de maldad y corrupción. 

Nos recuerda que nuestro mundo actual, con todas sus imperfecciones y sufrimientos, no es el destino final de los redimidos, sino que existe un lugar mucho mejor preparado por Dios mismo.

En el versículo 2, Juan continúa diciendo: 

"Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido." 

La nueva Jerusalén es presentada como una novia radiante, preparada para unirse con su señor y esposo, Jesucristo. 

Esta imagen nos habla del amor profundo y eterno que Dios tiene por su pueblo, y de la relación íntima que tendremos con él en la eternidad. 

Nos anima a vivir con una expectativa y esperanza firmes en la promesa de un futuro glorioso junto a nuestro Salvador.

En el versículo 3, Juan nos revela: 

"Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios." 

Esta declaración es una confirmación de la promesa de Dios de habitar en medio de su pueblo, de ser su Dios y de que ellos serán su pueblo. 

Es un recordatorio de la comunión plena y perfecta que disfrutaremos con nuestro Creador, en un estado de perfección y armonía que supera toda comprensión humana. 

Nos insta a vivir en santidad y comunión con Dios en esta vida, para poder experimentar plenamente su presencia en la vida venidera.

En el versículo 4, Juan nos dice: 

"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron." 

Esta promesa es una de las más reconfortantes y consoladoras en toda la Biblia. 

Nos muestra el cuidado y compasión de Dios hacia su pueblo, enjugará toda lágrima y eliminará todo sufrimiento y dolor de nuestras vidas. 

Nos recuerda que el sufrimiento y la tristeza que experimentamos en este mundo son temporales, y que en la presencia de Dios en la nueva Jerusalén, encontraremos consuelo y paz completa.

Estos versículos nos invitan a mantener nuestra mirada puesta en la eternidad, en la esperanza de la vida que nos espera en la presencia de Dios. Nos animan a perseverar en la fe, a vivir en santidad y obediencia a su palabra, confiando en su promesa de un futuro mejor y más glorioso de lo que podemos imaginar. 

Nos instan a no desanimarnos ante las dificultades y pruebas de esta vida, sabiendo que Dios está obrando en nosotros y preparando un lugar en su presencia para nosotros.

En el evangelio de Juan, Jesús mismo nos consuela con estas palabras: 

"En la casa de mi Padre muchas moradas hay... voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis"    (Juan 14:2-3). 

Estas palabras del Señor Jesús nos aseguran que él está preparando un lugar especial para cada uno de nosotros en su santa ciudad, donde podremos disfrutar de su presencia y gloria por toda la eternidad.

En la carta a los Corintios, el apóstol Pablo nos exhorta a vivir con la certeza de la esperanza que tenemos en Cristo, diciendo: "Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta aflicción leve y momentánea nos prepara una gloria eterna que sobrepasa toda comparación" (2 Corintios 4:16-17). 

Pablo nos recuerda que las aflicciones y sufrimientos que enfrentamos en esta vida son temporales y leves en comparación con la gloria eterna que nos espera en la presencia de Dios. Nos anima a mantener nuestra fe firme y a no desmayar, confiando en la promesa de un futuro glorioso en Cristo.


En la carta a los Romanos, el apóstol Pablo nos asegura que nada en toda la creación puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:38-39). Esta es una verdad que debemos aferrarnos en los momentos de duda y desaliento, recordando que nada puede separarnos del amor inmutable y eterno de Dios. Nos da la seguridad de que él está obrando en nosotros, preparando un hogar eterno en su presencia, donde podremos disfrutar de su amor y comunión por toda la eternidad.

En conclusión, hermanos amados, permítanme exhortarles a vivir en la esperanza y la certeza de la promesa de Dios para su pueblo en la nueva Jerusalén. 

Mantengamos nuestra mirada fija en el Señor Jesucristo, quien nos ha prometido un futuro glorioso junto a él en su reino eterno. 

Confíemos en su fidelidad y en su amor inagotable por nosotros, sabiendo que él está obrando en nuestras vidas y preparando un lugar especial en su presencia para cada uno de sus hijos.

Vivamos con una expectativa firme y una fe inquebrantable en la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reinaremos con Cristo por toda la eternidad. 

¡Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con ustedes siempre! 

Amén.


Si te gustaría saber más  sígueme o escríbeme.

Juan Manuel.

jueves, 15 de febrero de 2024

UNA GRAN TAREA

La tarea que nos encomendó Cristo antes de regresar al cielo al lado de su padre, es la Gran Comisión, que se encuentra registrada en: 
Marcos 16:15-16: 

"Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado".

La Gran Comisión es una llamada a compartir el evangelio de Jesucristo con todas las personas y a hacer discípulos de todas las naciones. 

Es una tarea que Jesús dejó a sus seguidores y que tiene un impacto trascendental en el mundo.

Para prepararnos y llevar a cabo esta tarea de manera efectiva, hay varios aspectos importantes que debemos tener en cuenta:

1. Conocer y vivir el evangelio: 

Antes de poder compartir el evangelio con otros, es fundamental tener un conocimiento profundo y personal de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Debemos comprender y creer en el mensaje de salvación y ser transformados por el poder del evangelio en nuestras propias vidas.

2. Desarrollar una relación íntima con Dios: 

Para poder llevar la buena noticia a otros, es esencial tener una relación cercana con el Señor. 

Esto implica dedicar tiempo diario a la oración, estudio de la Biblia y adoración. 

Al fortalecer nuestra comunión con Dios, seremos más sensibles a su dirección y guía en nuestra misión.

3. Ser llenos del Espíritu Santo: 

Jesús prometió enviar al Espíritu Santo para capacitarnos y empoderarnos en nuestra tarea. 

Debemos buscar ser llenos del Espíritu Santo, permitiendo que él nos guíe, nos dé sabiduría y nos capacite para ser testigos eficaces.

4. Estudiar y conocer la Palabra de Dios: 

Para compartir efectivamente el evangelio, debemos tener un conocimiento profundo de las Escrituras. 

Esto implica estudiar y comprender la Biblia, meditar en sus enseñanzas y estar listos para responder a preguntas y desafíos.

 Además, debemos estar dispuestos a vivir de acuerdo con la palabra de Dios, siendo ejemplos vivos de su amor y verdad.

5. Desarrollar habilidades de comunicación: 

Es importante aprender a comunicar el evangelio de manera clara y efectiva. 

Esto implica mejorar nuestras habilidades de hablar en público, de manejar preguntas y objeciones, y de conectarnos con las personas a través de una comunicación efectiva y compasiva.

6. Amar y servir a los demás: 

La tarea de compartir el evangelio no solo implica predicar con palabras, sino también vivirlo en nuestros actos diarios. Debemos amar y servir a los demás de la misma manera que Jesús lo hizo, mostrando compasión, generosidad y sacrificio. 

Ser una luz en el mundo y estar dispuestos a ayudar a aquellos en necesidad es una manera poderosa de comunicar el amor de Dios.

7. Estar dispuestos a pagar el costo: 

La tarea de compartir el evangelio puede involucrar sacrificio y enfrentar dificultades. 

Debemos estar dispuestos a enfrentar la oposición, la crítica y los desafíos que puedan surgir. 

Jesús nos advirtió que seríamos perseguidos por su causa, pero también nos aseguró que estaría con nosotros hasta el fin del mundo.

En resumen, la tarea que Cristo nos encomendó antes de regresar al cielo es la Gran Comisión. 

Para prepararnos y cumplir con esta tarea, debemos conocer y vivir el evangelio, desarrollar una relación íntima con Dios, ser llenos del Espíritu Santo, estudiar y conocer la Palabra de Dios, desarrollar habilidades de comunicación, amar y servir a los demás, y estar dispuestos a pagar el costo. 

Estos aspectos nos prepararán para ser testigos eficaces y cumplir con el mandato de Jesús de llevar el evangelio a todas las naciones.


Que Dios nos bendiga, nos guie e ilumine


Juan Manuel


martes, 13 de febrero de 2024

RECONOCIENDO EL GRAN DÍA

 ¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo!      

Hoy me uno a ustedes con un mensaje de esperanza y amor, recordándoles la importancia de reconocer los tiempos en los que vivimos. 

Estamos experimentando señales que nos acercan cada vez más a la segunda venida de nuestro amado Señor Jesucristo por su pueblo escogido. 

Es crucial que estemos preparados y atentos a estas señales, para que podamos recibirlo con gozo y ser encontrados dignos en aquel día glorioso.

La Biblia nos revela claramente que la segunda venida de Cristo será un evento apoteósico, lleno de majestuosidad y gloria. Mateo 24:27 nos dice: 

"Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre". 

Esta descripción nos habla de una manifestación repentina y asombrosa del Señor Jesús, que no podremos ignorar.

Además, múltiples señales nos advierten y nos preparan para este evento trascendental. 

Nuestro Señor Jesús mencionó algunas de estas señales en su discurso profético en Mateo 24 y Lucas 21. 

Entre ellas, nos habló de falsos cristos y falsos profetas que se levantarían engañando a muchos, de guerras y rumores de guerras, de enfermedades y pestes, de terremotos y desastres naturales, y del aumento de la maldad en el mundo.

Cuando observamos detenidamente nuestro contexto actual, no podemos negar que estas señales están ocurriendo en todo el mundo.

 El surgimiento de falsas doctrinas y líderes engañosos que pervierten la Palabra de Dios, la guerra y la violencia que prevalecen en muchas regiones, la propagación de enfermedades incurables y epidemias a gran escala, los terremotos devastadores y las catástrofes naturales, y la creciente inmoralidad y maldad en la sociedad son solo algunas de las muestras innegables de los tiempos en los que vivimos.

Es fácil caer en la desesperanza o el desánimo cuando enfrentamos estas realidades. Sin embargo, debemos recordar las palabras de nuestro Salvador en Lucas 21:28: 

"Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca".

En lugar de temer o desesperarnos, debemos regocijarnos en la certeza de que estamos viviendo en una época muy especial, una época que nos acerca cada vez más al cumplimiento de las promesas de Dios. En Isaías 43:10, Dios dice: 

"Vosotros sois mis testigos". 

Como pueblo escogido por Dios, estamos llamados a ser testigos vivientes de su amor y su verdad en medio de un mundo turbulento y lleno de incertidumbre.

Entonces, ¿cómo nos preparamos para este día tan esperado? Primero y ante todo, debemos vivir una vida de comunión diaria con nuestro Señor Jesús. 

Alentémonos unos a otros a profundizar en la lectura y estudio de la Palabra de Dios, a orar fervientemente y a buscar su dirección en todas nuestras decisiones. 

En Efesios 6:10-18, Pablo nos exhorta a revestirnos de toda la armadura de Dios, para poder resistir los ataques del enemigo y permanecer firmes en la fe.

Además, debemos ser valientes y audaces en nuestra proclamación del evangelio. Hechos 1:8 nos dice: 

"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos". 

No podemos guardar para nosotros mismos la gran noticia de salvación que hemos recibido. 

Debemos compartir el mensaje de esperanza y perdón que solo se encuentra en Jesús, para que muchos puedan ser salvos antes de su segunda venida.

En el camino de la preparación, también debemos cuidar y fortalecer nuestra comunidad de fe. La iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra, y es en ella donde encontramos compañerismo, apoyo y aliento mutuo. Debemos animarnos unos a otros a mantenernos firmes en la fe, a edificarnos en amor y a no dejar de congregarnos.

Queridos hermanos, estamos viviendo en un tiempo crucial de la historia. 

La segunda venida de nuestro Señor Jesucristo se acerca rápidamente, y debemos estar preparados. 

Reconozcamos las señales del tiempo que nos indican que su regreso está cerca, y vivamos una vida de obediencia y sacrificio. 

Estemos alerta y vigilantes, como nos dice Lucas 21:36: 

"Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre".

Que el Señor nos guíe y nos fortalezca en este tiempo de espera y preparación. Que podamos ser hallados fieles y dignos cuando el Señor venga. 

¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!

Amén.

Juan Manuel

lunes, 12 de febrero de 2024


UN CAMBIO DE VIDA




Querido/a lector/a,

Hoy, quiero compartir contigo un mensaje de esperanza y transformación a través de Cristo. 

Sé que quizás te encuentras en un momento de tu vida en el que sientes la necesidad de hacer un cambio, de encontrar un propósito más profundo y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.

 Permíteme recordarte que no estás solo/a, Dios siempre está contigo, y en Él encontrarás la fuerza y la guía para hacer ese cambio significativo en tu vida.

La vida, como bien sabes, está llena de altibajos. 

Nos enfrentamos a desafíos y pruebas constantes, a veces sin saber cuál es el propósito detrás de ellas. Sin embargo, Dios nos ha dejado un legado de esperanza a través de su Hijo Jesucristo, quien nos trajo salvación y una nueva vida en Él. 

La Biblia dice en Juan 3:16:

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna". 

Esta es la base sólida sobre la cual podemos construir nuestra fe y también la motivación para hacer un cambio genuino en nuestra vida.

La primera pregunta que podemos hacernos es: ¿qué significa entregarnos a Cristo? 

Entregarnos a Cristo implica reconocer nuestras limitaciones y pecados, y aceptar a Jesús como nuestro Salvador personal. 

Es invitarlo a entrar en nuestra vida y permitir que Él sea el centro de nuestra existencia. Al hacerlo, nos comprometemos a seguir sus enseñanzas y a vivir de acuerdo a su voluntad para nosotros.

Textos como Romanos 12:1-2 nos exhortan a presentarnos como sacrificio vivo ante Dios: 

"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".

Entregarnos a Cristo implica también un cambio en nuestro estilo de vida. 

Ya no viviremos según nuestros propios deseos y ambiciones, sino que buscaremos agradar a Dios en todo lo que hacemos. 

La Biblia nos insta a renunciar al pecado y a vivir una vida conforme al propósito de Dios para nosotros. 

Gálatas 5:22-23 nos dice: 

"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".

Entregar nuestra vida a Cristo no solo implica cambios internos, sino también una transformación en nuestras acciones y relaciones con los demás. 

Jesús nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, a perdonar a aquellos que nos han hecho daño y a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial es misericordioso. En Mateo 5:16, Jesús nos anima a ser luz en el mundo: 

"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos".

Al entregar nuestra vida a Cristo, también recibimos el regalo del Espíritu Santo. 

Él es quien nos guía, nos consuela y nos da poder para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. 

Gálatas 5:25 nos dice: 

"Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu". 

Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos superar las tentaciones y luchar contra las influencias negativas que nos rodean.

Es importante recordar que entregar nuestra vida a Cristo no es un proceso de una sola vez, sino una decisión que debemos tomar todos los días. Quizás enfrentaremos momentos de duda y debilidad, pero debemos recordar que Dios es fiel y está dispuesto a ayudarnos en nuestros momentos más difíciles. 

El apóstol Pablo escribió en Filipenses 1:6: 

"estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo".

En conclusión, querido/a lector/a, entregar nuestra vida a Cristo y hacer un cambio en nuestro estilo de vida no es solo una opción, sino una necesidad. 

Dios nos ofrece la oportunidad de una nueva vida en Él a través de su Hijo Jesucristo. 

Al hacerlo, seremos guiados por su verdad y su amor, y encontraremos verdadera paz y propósito en nuestras vidas. 

Mi oración es que tomes esta decisión y experimentes la transformación que solo Cristo puede traer.

Recuerda, no estás solo/a en este camino. 

La comunidad cristiana está llena de hermanos y hermanas dispuestos a caminar contigo y apoyarte en tu viaje espiritual. Busca una iglesia local donde puedas crecer en tu fe y recibir el aliento de otros creyentes. 

Permítele a Dios trabajar en ti y guiar tus pasos mientras caminas de acuerdo a su voluntad.

 Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén contigo!


Juan Manuel

jueves, 1 de febrero de 2024

Queridos amigos y amigas

 Queridos amigos y amigas 

Hoy me dirijo a cada uno de ustedes con el corazón lleno de amor y esperanza, para invitarlos a un cambio que transformará su vida por completo. 
Quisiera ofrecerles la oportunidad de vivir una vida con propósito, una vida en la que cada día se sientan plenos, felices y encaminados hacia su verdadero destino.
En este mundo acelerado y lleno de distracciones, muchas veces nos perdemos en las preocupaciones del día a día, olvidando nuestro propósito más profundo. 
Pero hoy les digo que cada uno de nosotros merece tener una vida plena y significativa, llena de amor, paz y alegría. 
Merecemos vivir una vida en la cual nuestras acciones y decisiones estén guiadas por principios y valores que nos lleven a la verdadera felicidad y a la vida eterna.
Es en este momento en el que les presento los principios y valores cristianos como el camino hacia una vida con propósito. 
La fe en Dios nos permite encontrar nuestra verdadera vocación, descubrir nuestros talentos y usarlos para hacer el bien en el mundo. La esperanza que encontramos en Cristo nos da la fuerza para enfrentar cualquier adversidad, sabiendo que siempre hay un propósito más grande detrás de nuestras pruebas y tribulaciones. 
El amor de Dios nos enseña a tratar a los demás con compasión y empatía, creando así relaciones profundas y significativas en nuestras vidas.
Al seguir estos principios y valores, podemos construir una vida con propósito, en la que cada paso que damos nos acerca más a nuestra verdadera esencia y nos ayuda a cumplir el propósito para el cual fuimos creados. No importa en qué situación te encuentres ahora mismo, sea de éxito o de lucha, Dios puede transformar tu vida y darte un nuevo comienzo lleno de propósito y significado.
Así que los invito a dar este paso hacia una vida con propósito, una vida basada en los principios y valores cristianos. Aceptar este llamado no significa que todo será fácil, pero sí significa que nunca estarás solo en el camino. Dios siempre estará contigo, guiándote y sosteniéndote en cada paso de tu jornada.
No te conformes con una vida mediocre, anhela una vida en la que te despiertes cada mañana con ánimo y entusiasmo, sabiendo que estás cumpliendo el propósito para el cual fuiste creado. Permítele a Dios guiar tus pasos, y verás cómo Él transformará cada aspecto de tu existencia.
Estoy aquí para caminar contigo en este viaje y apoyarnos mutuamente en nuestra búsqueda de una vida con propósito. Juntos, podemos experimentar el amor y la gracia de Dios en nuestras vidas y llevarnos al encuentro con la vida eterna que tanto anhelamos.
Atrévete a cambiar tu vida, a vivir con principios y valores cristianos que te llevarán a la vida eterna. Elige hoy una vida con propósito, porque tú te mereces lo mejor.

Con amor y esperanza,

Juan Manuel