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sábado, 17 de febrero de 2024

 NUESTRA ESPERANZA


Amados hermanos en Cristo, hoy quiero compartir con ustedes un mensaje de esperanza y bendición basado en los versículos del capítulo 21 del libro de Apocalipsis. 

En estos pasajes, encontramos una descripción detallada de la nueva Jerusalén, la ciudad celestial preparada por Dios para aquellos que creen en su nombre y le siguen con fidelidad.

En el versículo 1, el apóstol Juan nos dice: 

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado, y el mar ya no existía." 

Esta visión nos revela el plan soberano de Dios para restaurar y renovar toda su creación, eliminando toda forma de maldad y corrupción. 

Nos recuerda que nuestro mundo actual, con todas sus imperfecciones y sufrimientos, no es el destino final de los redimidos, sino que existe un lugar mucho mejor preparado por Dios mismo.

En el versículo 2, Juan continúa diciendo: 

"Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido." 

La nueva Jerusalén es presentada como una novia radiante, preparada para unirse con su señor y esposo, Jesucristo. 

Esta imagen nos habla del amor profundo y eterno que Dios tiene por su pueblo, y de la relación íntima que tendremos con él en la eternidad. 

Nos anima a vivir con una expectativa y esperanza firmes en la promesa de un futuro glorioso junto a nuestro Salvador.

En el versículo 3, Juan nos revela: 

"Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios." 

Esta declaración es una confirmación de la promesa de Dios de habitar en medio de su pueblo, de ser su Dios y de que ellos serán su pueblo. 

Es un recordatorio de la comunión plena y perfecta que disfrutaremos con nuestro Creador, en un estado de perfección y armonía que supera toda comprensión humana. 

Nos insta a vivir en santidad y comunión con Dios en esta vida, para poder experimentar plenamente su presencia en la vida venidera.

En el versículo 4, Juan nos dice: 

"Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron." 

Esta promesa es una de las más reconfortantes y consoladoras en toda la Biblia. 

Nos muestra el cuidado y compasión de Dios hacia su pueblo, enjugará toda lágrima y eliminará todo sufrimiento y dolor de nuestras vidas. 

Nos recuerda que el sufrimiento y la tristeza que experimentamos en este mundo son temporales, y que en la presencia de Dios en la nueva Jerusalén, encontraremos consuelo y paz completa.

Estos versículos nos invitan a mantener nuestra mirada puesta en la eternidad, en la esperanza de la vida que nos espera en la presencia de Dios. Nos animan a perseverar en la fe, a vivir en santidad y obediencia a su palabra, confiando en su promesa de un futuro mejor y más glorioso de lo que podemos imaginar. 

Nos instan a no desanimarnos ante las dificultades y pruebas de esta vida, sabiendo que Dios está obrando en nosotros y preparando un lugar en su presencia para nosotros.

En el evangelio de Juan, Jesús mismo nos consuela con estas palabras: 

"En la casa de mi Padre muchas moradas hay... voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis"    (Juan 14:2-3). 

Estas palabras del Señor Jesús nos aseguran que él está preparando un lugar especial para cada uno de nosotros en su santa ciudad, donde podremos disfrutar de su presencia y gloria por toda la eternidad.

En la carta a los Corintios, el apóstol Pablo nos exhorta a vivir con la certeza de la esperanza que tenemos en Cristo, diciendo: "Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta aflicción leve y momentánea nos prepara una gloria eterna que sobrepasa toda comparación" (2 Corintios 4:16-17). 

Pablo nos recuerda que las aflicciones y sufrimientos que enfrentamos en esta vida son temporales y leves en comparación con la gloria eterna que nos espera en la presencia de Dios. Nos anima a mantener nuestra fe firme y a no desmayar, confiando en la promesa de un futuro glorioso en Cristo.


En la carta a los Romanos, el apóstol Pablo nos asegura que nada en toda la creación puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:38-39). Esta es una verdad que debemos aferrarnos en los momentos de duda y desaliento, recordando que nada puede separarnos del amor inmutable y eterno de Dios. Nos da la seguridad de que él está obrando en nosotros, preparando un hogar eterno en su presencia, donde podremos disfrutar de su amor y comunión por toda la eternidad.

En conclusión, hermanos amados, permítanme exhortarles a vivir en la esperanza y la certeza de la promesa de Dios para su pueblo en la nueva Jerusalén. 

Mantengamos nuestra mirada fija en el Señor Jesucristo, quien nos ha prometido un futuro glorioso junto a él en su reino eterno. 

Confíemos en su fidelidad y en su amor inagotable por nosotros, sabiendo que él está obrando en nuestras vidas y preparando un lugar especial en su presencia para cada uno de sus hijos.

Vivamos con una expectativa firme y una fe inquebrantable en la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reinaremos con Cristo por toda la eternidad. 

¡Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con ustedes siempre! 

Amén.


Si te gustaría saber más  sígueme o escríbeme.

Juan Manuel.

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