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lunes, 11 de marzo de 2024

 Queridos hermanos en Cristo

Hoy me dirijo a ustedes con el corazón lleno de amor y esperanza, porque sé que en nuestra fe en Jesucristo encontramos la verdadera paz y salvación. 

Es por eso que les invito a reflexionar junto a mí en este momento sobre la importancia de entregarle nuestra vida a nuestro Señor y Salvador, pero también a comprometernos a trabajar en su nombre para llevar la luz de la esperanza a aquellos que aún no han conocido su amor y su gracia.

Permítanme contarles la historia de María, una joven mujer que un día se encontró perdida y sin rumbo en medio de la oscuridad de su vida. María había vivido una infancia difícil, marcada por la ausencia de un padre amoroso y el abandono de su madre. 

Su corazón estaba lleno de heridas y su alma se sentía vacía, como si le faltara algo importante para sentirse completa.

Un día, María conoció a unos hermanos en la fe que le hablaron sobre el amor de Jesucristo y cómo Él podía sanar todas sus heridas y llenar ese vacío en su corazón. 

Al principio, María dudaba de si realmente podía encontrar la paz y la esperanza que tanto anhelaba en Jesús, pero decidió darle una oportunidad y entregó su vida a Él.

Desde ese momento, María experimentó una transformación increíble en su vida. 

El amor de Jesús inundó su corazón y comenzó a sanar cada una de sus heridas. María se sintió amada, perdonada y aceptada por primera vez en su vida, y encontró en Cristo la verdadera felicidad y plenitud que tanto había buscado.

Pero María no se conformó con disfrutar de la paz y la alegría que encontró en Jesús. 

Ella sintió en su corazón el llamado a llevar la luz de la esperanza a otros que como ella se encontraban perdidos en la oscuridad. María se comprometió a trabajar en el nombre de Cristo para compartir su amor y su gracia con aquellos que aún no habían encontrado el camino hacia la verdadera vida en Él.

Queridos hermanos, la historia de María nos enseña que no basta con entregarle nuestra vida a Cristo, sino que también debemos comprometernos a trabajar en su nombre para llevar la luz de la esperanza a aquellos que están perdidos en la oscuridad. Jesús nos llamó a ser sus testigos en todo el mundo, a llevar su mensaje de amor y salvación a todas las naciones, para que todos tengan la oportunidad de conocerle y experimentar su maravillosa gracia.

En la Biblia encontramos numerosos versículos que nos animan a seguir el ejemplo de María y a comprometernos a trabajar en el nombre de Cristo. En Mateo 28:19-20, Jesús nos dice: 

"Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo."

En 1 Pedro 3:15, se nos insta a estar siempre preparados para dar a conocer la esperanza que tenemos en Cristo, con mansedumbre y reverencia. Y en Efesios 2:10, se nos recuerda que somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.

Queridos hermanos, hoy los invito a no conformarse con recibir la salvación que Cristo nos ofrece, sino a comprometerse a trabajar en su nombre para llevar la luz de la esperanza a aquellos que aún no han conocido su amor y su gracia. Que nuestra fe en Jesucristo nos inspire a ser sus testigos en todo el mundo, a compartir su mensaje de amor y salvación con todos aquellos que están perdidos en la oscuridad.

Que la historia de María nos motive a seguir su ejemplo, entregando nuestra vida a Cristo y comprometiéndonos a trabajar en su nombre para llevar la luz de la esperanza a todos los que nos rodean. 

Que en cada palabra que digamos, en cada acción que realicemos, podamos reflejar el amor y la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, para que todos puedan experimentar la verdadera vida en Él por la eternidad.

Que Dios les bendiga y les fortalezca en su camino de fe y servicio a su nombre. 

Amén.

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